Libro duodécimo
Capítulo
primero. De la venida del Vizconde de Cardona a Valencia, y como
saqueó a Villena y Saix en el Reyno de Murcia y de la muerte de don
Artal de Alagón.
Tomada
la ciudad de Valencia, y echado Zaen con toda la morisma de ella,
acaeció que luego essotro
día después de entrada, andando el Rey muy puesto en reparalla,
y ensancharla, llegó ante él , don Ramon Folch Vizconde de Cardona
muy a punto de guerra con cincuenta caballos ligeros de los más
escogidos de toda Cataluña, a pedirle de merced (ya que no fue su
ventura llegar a tiempo de poderse hallar en el cerco y presa de la
ciudad) le diese licencia para pasar adelante con su gente hasta el
Reyno de Murcia: donde pensaba hacer alguna buena cabalgada, por dar
a conocer a los Moros, quién era el Rey de Aragón, pues apenas
había conquistado a Valencia: cuando ya emplazaba guerra a los del
Reyno de Murcia. Holgose infinito el Rey con su venida, y recibiole
muy amigablemente, diciendo que él siempre había tenido por
escusada su tardanza, porque sabía muy bien las justas causas de
ella, y trabajos que con sus vasallos tenía. Pero que se maravillaba
mucho, porque con tan poca gente quería emprender tan grande y
dudosa hazaña. Y como le ofreciese algunas compañías de infantería
que le sirviesen en la empresa, y don Ramón se excusase de
aceptallas, porfiando en su demanda, permitiole (pmitiole)
el Rey proseguir (pseguir)
su viaje, y mandole proveer de vituallas y tiendas con lo demás
necesario para el camino, de lo que en el Real quedaba. Ofreciósele
por compañero en esta jornada don Artal de Alagón, hijo de don
Blasco, mozo ardiente y belicoso que sabía muy bien los pasos con
las entradas y salidas de aquel Reyno, por haber estado en él muchos
días, cuando fue desterrado de Aragón. Aceptó su ofrecimiento el
Vizconde muy de buena gana: y llevando su guía, como no entrasen en
poblado, pasaron sin ningún estorbo hasta llegar a un grande valle
cerca de Biar, casi a vista de Villena, el primer pueblo del Reyno de
Murcia. El cual por ser muy principal, y en nuestros tiempos poblado
de gente hidalga, determinaron de acometerle, a fin de saquearlo. Y
así llegando a la media noche sin ser sentidos entraron de improviso
en él, hallándole sin guardia con las puertas abiertas: y se dieron
tal diligencia, que antes que los del pueblo se pudiesen juntar y
poner en armas tenían ya saqueada la mayor parte del. Pero luego
cargó tanta gente sobre ellos de las aldeas, que les tomaron las
calles, y comenzaron a pelear con ellos tan bravamente, que les fue
forzado, llevando delante la presa, salirse con buen orden del
pueblo, y extenderse por la campaña, sin que ninguno los siguiese.
Llegaron a otra villa llamada Saix, en la cual, por estar sin cerca,
también entraron, y la acometieron valentísimamente, peleando los
unos, y saqueando los otros. Mas como se pusiese todo el pueblo en
armas, y le viniese socorro de los lugares vecinos, fueles forzado,
hechos un cuerpo recogerse y mirar por si, por las muchas saetas y
piedras que al pasar de cada casa les tiraban: tanto que entre otros
don Artal fue herido de una pedrada en la cabeza, y derribado del
caballo murió luego. Por donde fue necesario retirarse y salir de la
villa a más que de paso: llevando consigo el cuerpo de don Artal con
grandísima dificultad y trabajo, hasta llegar a Valencia. Sintió
mucho el Rey esta muerte, con todos los de su corte, y mandó con
mediana pompa depositar su cuerpo en una iglesia antigua que había
en la ciudad del sancto Sepulchro: hasta que fueron trasladados sus
huesos en Aragón, y puestos en la sepultura de sus antepasados. Tuvo
el Rey en mucho la memorable hazaña del Vizconde, como si con ella
le hubiera abierto la puerta y facilitado la entrada para el Reyno de
Murcia; y así se lo agradeció mucho, y le hizo mercedes dándole
joyas de grande estima al tiempo de su partida. Con esto se despidió
el Vizconde del Rey, y se volvió con triunfo a Cataluña.
Capítulo II. Como la mezquita mayor de Valencia fue consagrada en
iglesia, y de las diversas invocaciones que tuvo antes, hasta que fue
dedicada al nombre de nuestra Señora.
Partido
el Vizconde, luego el Rey trató del asiento y reparo de las cosas de
la ciudad, la cual a causa del largo cerco los Moros habían dejado
muy descompuesta y perdida. Cuanto a lo primero pareció ser
necesario hacer el repartimiento de las casas a los soldados y de los
campos y heredades a los capitanes y oficiales del ejército, y
establecer leyes y fueros. Mas como primera que todas fuese la casa
de Dios, luego el otro día que el Rey entró en la ciudad con la
asistencia de los Prelados de Aragón y Cataluña, y el de Narbona,
que siguieron esta empresa, se fue derecho a la Mezquita mayor, donde
los Moros solían celebrar las mayores fiestas y ceremonias de su
secta. Allí el arzobispo de Tarragona revestido de pontifical,
después de haber purificado el lugar con saumerios de incienso
(encienso),
y rociado con agua bendita, y palabras sagradas con la señal de la
cruz, hizo levantar un altar, en el cual fue celebrada misa solemne
por el que estaba ya electo primer Obispo de Valencia, que después
fue por el sumo Pontífice confirmado, llamado Ferrario de santo
Marrino, Preposito que antes era de la iglesia de Tarragona. El cual
fue varón muy escogido de grande santidad de vida, y doctrina.
Hechas allí por el Rey y la Reyna, y por los demás infinitas
gracias a nuestro señor Iesu Christo y a su sacratísima madre, por
haber llegado a echar de la ciudad la secta Mahometica, para
introducir la religión Cristiana, fue consagrada la misma Mezquita
en Templo, a honor y nombre de nuestra señora santa María: después
de muchos títulos e invocaciones a que fue dedicada en diversos
tiempos, por Gentiles, Moros, y Cristianos. De las cuales se halla
haber sido la primera en tiempo de los Romanos a su diosa Diana.
Después en la venida de los Godos, que recibieron la religión
Cristiana se consagró al nombre del Salvador. Más adelante perdidos
los Godos por la entrada de los Moros de África en España, y
sojuzgada por ellos, se dedicó a Mahoma: mas ganada después
Valencia de los moros, aunque para poco tiempo, por don Rodrigo de Biuar llamado el Cid Ruidiaz, caballero principal de Castilla, y de
los más valientes de su tiempo, se intituló de sant Pedro. Pero
como luego en muriendo el Cid cobrasen la ciudad los moros, volvió
el templo a ser profanado con el mismo título de Mahoma, hasta
conquistada por el Rey la ciudad, fue de nuevo purificado, como está
dicho, y perpetuamente dedicado a la invocación y santísimo nombre
de María. Porque era tanta la devoción y religión con que este Rey
veneraba y nuestra señora, que todos sus votos hacía a ella, y
todos los Templos grandes y pequeños que en cualquier tierra mandaba
edificar, a sola ella con su hijo benditísimo los dedicaba, y así
se tiene por cierto que el grande afecto y devoción que hoy los
desta ciudad y Reyno tienen al santísimo nombre de proceden del
ejemplo de este buen Rey, y que esta fue obra de Dios y suya.
Capítulo III. Como se derribó la mezquita mayor, y edificó nuevo
Templo sobre ella, y fue hecha iglesia catedral, y de la fiesta
ordinaria que se hace de ello en la ciudad.
Andando
el Rey con los Prelados muy puesto en esta consagración de la
mezquita, y considerando que en las paredes y relieves de ella
quedaban algunas moldaduras
y figuras que siempre renovarían la memoria de las cosas de Mahoma,
para tropiezo de los que nuevamente se convertirían a la fé de
Cristo nuestro señor: determinó poco después, con el parecer de
los Prelados, y de su consejo, volver a la mezquita en procesión con
todo el pueblo que le seguía, y como llegó a ella tomó un martillo
de plata, y en comenzar a derribarla por defuera, luego los Prelados,
y tras ellos los principales del ejército, con todos los soldados, y
gastadores del campo hicieron lo mismo. De manera que siguiéndole
todos, cada uno con su instrumento, fue muy en breve la mezquita
echada por tierra, y del todo asolada. Y en ser limpiado (alimpiado)
el suelo, fue dada al Rey por mano de muy expertos maestros e
ingenieros una muy buena traza y modelo de templo, y pareciéndole
bien comenzó a edificarse uno de los más bien trazados y suntuosos
que hay en la Cristiandad, según le vemos en nuestros tiempos
acabado. Pues dado que en la grandeza y labores no iguale con
algunos, pero en lo particular viene a sobrepujarles, y ser raro
entre todos: como es por su muy alto ancho y bien encumbrado
cimborio:
por su bien labrado retablo con personajes grandes de relieve de
plata fina: por su anchura y melodía de Órganos: por su firme y
liso suelo: con su admirable fábrica de Cabildo, y su ochavada
fortísima, y muy alta torre de campanas: y en lo espiritual mucho
más, porque la singular copia de reliquias sagradas que en su
sacristía tiene las más raras y admirables de santas que haya otras
en la Cristiandad: con los vasos de oro y plata y ornamentos
riquísimos y muchos. Y demás de su copiosísimo número de
sacerdotes y ministros sagrados, la suntuosísima y devotísima
solemnidad de sus continuos oficios y sacrificios divinos, que no se
halla en esto con quien compararla. De manera que por sus
particulares, sin duda iguala con cualquier iglesia de toda España.
A esta concedió el Rey sus prerrogativas y privilegios de las
inmunidades que por divino y positivo derecho se deben a las
iglesias: para que los caídos en qualesquier casos y crímenes, como
no fuesen de los exceptados
por el derecho, les valiese de Asylo y salvaguarda. También alcanzó
del sumo Pontífice Gregorio IX, fuese hecha catedral, y se le
restituyese su antigua diócesis y distrito: del cual, puesto que se
dijo que solía ser antes de otra cabeza, y que en tiempo de Bamba
Rey de los Godos fue dado e incluido en la provincia de Toledo: quiso
el Rey, pues conquistó de nuevo este Reyno, que fuese de allí
adelante (según lo había votado) sujeta y suffraganea
a la iglesia de Tarragona. Esta restauración de iglesia, y
restitución de Diocesi, con la silla Obispal, y asignación de
Metropolitano, que se expidió por bulla
áurea del mismo Pontífice, fue concedida a los IX del mes de
Octubre el siguiente año 1239, en el día y fiesta del glorioso S.
Dionis mártir, y, o por memoria de la fundación de la catedral: o
de la ida del armada de Túnez (como en el precedente libro se ha
dicho) se hace cada un año en este día muy solemne procesión por
el Obispo, Cabildo, Dignidades y Clerecía (Clerezia),
llevando el Juez (Iuez)
ordinario de lo criminal la gran bandera que llaman del Ratpenat,
antigua memoria y conmemoración de lo que el Rey sacó en el cerco
de Valencia: siguiéndole los oficiales Reales de la ciudad con una
compañía de gente de guerra, que llaman el centenar y con todo
género de música. Van todos a la iglesia de sant
Iorge martyr,
patrón de la corona de Aragón, por memoria y acción (hazimiento)
de gracias desta restitución de la Sede Obispal.
Capítulo IV. Donde se confirma, por la bulla de Gregorio IX, se
erigió en cathedral la yglesia de Valencia, y se dio por sufraganea
a la de Tarragona, no embargante la pretensión del Arzobispo de
Toledo.
Sobre
esta división, o separación de iglesias, es a saber de haber hecho
la iglesia catedral de Valencia sufraganea a la metropolitana de
Tarragona, se entiende por ciertas escrituras y proceso formado que
se ha hallado en el Archivo (Archiuio)
de la iglesia de Toledo: como en Valencia, al tiempo que el Rey entró
en la ciudad, y comenzó a fundar la yglesia, hubo gran contradicción
y protestas hechas por los Procuradores del Arzobispo de Toledo
contra el de Tarragona, que estaba presente a la fundación, alegando
por el de Toledo, como Valencia fue ya antes Obispado en tiempo de
los Godos, y suffraganeo de Toledo: como se mostraba por muchos
Concilios Toletanos Provinciales, en los cuales se halla la
subscripción de Obispos de Valencia: y también por la división de
las diócesis que hizo Bamba Rey de los Godos, por la cual incluía a
Valencia en la provincia de Toledo, como está dicho: con otras
muchas razones que no sufre la historia por ahora especificarlas.
Pues también para confutación (cófutacion)
de ellas, se alegaron por el de Tarragona otras tantas, no menos
concluyentes que las primeras: para lo cual hubo nombrados jueces por
entrambas partes, a efecto de declarar en la causa. Mas como no se
dio sentencia definitiva sobre ella, por no haber conformidad sino
discordia entre los jueces, con apelaciones puestas por entrambas
partes, quedó la causa indecisa, hasta que por la bula arriba dicha
de Gregorio IX, que se halla originalmente en el archivo de la
iglesia mayor de Valencia, a petición del mismo Rey se erigió
iglesia catedral en Valencia, y se le asignó Diócesis, y fue dada
por sufraganea a la metropolitana de Tarragona. Y así con esta
asignación y decreto Apostólico han continuado la una y la otra
iglesia su posesión y prescripción de jurisdicción activa y
pasiva, de 400 años a esta parte. Por donde pudo muy bien Valencia
con la nueva erección de iglesia y Diócesis por la gracia
Apostólica, ser separada de la jurisdicción y provincia de Toledo:
como lo han sido en nuestros tiempos dentro de España las iglesias
catedrales de Burgos, Calahorra, y Segorbe, que desde su origen y
fundación fueron sufraganeas de la Metropolitana de Zaragoza, y
ahora lo son cada una de diversas: no embargante, que en estas no ha
habido contradicción ni protestos,
como los hubo en la primera de Toledo contra Tarragona: porque son
tan justificadas las razones que hacen por Tarragona, que no han
lugar las de Toledo. Conforme a esta contradicción hubo otra
semejante entre los mismos Metropolitanos, y por las mismas causas,
sobre la elección y nominación del primer Obispo de Valencia.
Porque el Obispo de Albarracín que se halló presente en el cerco y
entrada la ciudad, como Procurador y agente del Arzobispo de Toledo,
ejercitó algunos actos de jurisdicción y oficio de Metropolitano.
Por el contrario el Arzobispo de Tarragona ejercitó otros de más
clara jurisdicción: porque purificó la mezquita de Valencia, y
consagró la iglesia mayor, y en ella al Obispo de Lerida, que no se
nombra, y aun antes de entrar en la ciudad usó más distintamente de
su jurisdicción eligiendo en Obispo de Valencia a un padre muy docto
llamado fray Berengario de Castellbisbal Prior de Predicadores de
Barcelona, y compañero de aquel santo Varón fray Miguel de Fabra,
de quien hicimos larga mención arriba en la conquista de Mallorca.
Puesto que las contradicciones del Arzobispo de Toledo fueron parte
para que esta elección no tuviese efecto: y así el Berengario fue
luego después electo Obispo de Girona. Con todo eso, después de
muchas disputas con interponer el Papa Gregorio IX su autoridad y
decreto, Valencia fue sufraganea de Tarragona, y el primer Obispo de
ella fue Ferrer de S. Martín de nación Catalán, y con esto el
Arzobispo de Toledo desistió por entonces de su pretensión. De mas
que como a todo esto se hallase presente el Rey y fuese el negocio de
tanto peso, y que ni él en su historia, ni otros escritores de aquel
tiempo en las suyas, ni el mismo Arzobispo de Toledo don Rodrigo, a
quien por su interés tocaba anotar este perjuicio, habiendo escrito
de la misma conquista de Valencia, no haya hecho mención alguna
dello, es de creer que con el decreto Apostólico cesó del todo esta
querella y pretensión. Y así quedó Valencia suffraganea de
Tarragona hasta que el Papa Innocencio VIII año 1482 erigió a
Valencia en Metrópoli, y hoy tiene por suffraganeas las iglesias de
Mallorca, Orihuela y Segorbe.
Capítulo
V. Que fue la iglesia catedral dotada de diezmos, y del repartimiento
de ellos, y como comenzó a edificarse el templo de sant Vicente
Martyr.
Hecha
y erigida la iglesia mayor en catedral, y nombrado el Prelado para el
gobierno de ella y de su diócesis, luego a imitación de las otras
iglesias catedrales, se fundó en ella su colegio, y Cabildo de
Canónigos y Dignidades, para los más principales cargos y
ejercicios de la iglesia. Mas considerando el Rey que así porque a
las iglesias y Eclesiásticos les son por divino derecho concedidos
los diezmos de todos los frutos de la tierra: como porque se acordaba
de la promesa pública que en una congregación de Prelados,
Comendadores, y otros señores y Barones, hizo en la ciudad de Lerida
dos años antes que tomase la ciudad de Valencia: de que si nuestro
señor le hacía gracia de poderla ganar de los moros, restituiría
en ella la iglesia Catedral, y la dotaría amplísimamente, conforme
a lo que por el Concilio Laterenense, cuando le concedió los diezmos
de las tierras que conquistase de moros le fue encargado, quedaba muy
obligado a cumplirla: hizo perpetua y libre donación al Obispo y
Cabildo de la iglesia mayor, de todos los diezmos del término de la
ciudad y Diócesis de Valencia, para que le dividiesen entre el
Prelado, Canónigos y Dignidades: reservando para si, y sus sucesores
por concesión y gracia del sumo Pontífice, el usufructo de la
tercera parte de ellos. Esto por recompensa de los grandes gastos que
hizo, así en conquistar el Reyno de los moros, como por los que de
allí adelante se habían de hacer para conservar lo conquistado. El
cual tercio diezmo, con la misma obligación, fue después repartido
entre muchos señores, barones, y universidades del reyno, por
servicios hechos en la defensa del, quedándole al Rey mucha parte de
ellos. Y es cosa de notar ver el pío y buen ánimo que mostró para
con las iglesias, con tan favorables fueros y privilegios como ordenó
y dio para la conservación y cobranza de los diezmos, y censos
Eclesiásticos. Asimismo visitó los lugares antiguos y sagrados de
la ciudad: señaladamente las cárceles y prisiones donde padeció el
gloriosísimo mártir sant Vicente de Huesca, así dentro, como fuera
de la ciudad: la cual desde entonces le tomó por su divino patrón:
a cuya devoción y nombre mandó el Rey edificar un templo muy
suntuoso y grande con su monasterio y convento de frailes Bernardos,
fuera los muros de la ciudad camino de Xatiua, al cual también
concedió grandes privilegios, e inmunidades para los criminosos, que
se retrajesen (retruxessen)
a él, como a la iglesia mayor, y le dotó de grandes posesiones y
rentas. Sin eso mandó en frente del (que solo hay la vía pública
en medio) edificar un Hospital para pobres peregrinos: a la puerta y
entrada del cual está retratada mejor que en otra parte alguna, la
verdadera imagen y efigie del mismo Rey en la pared, y tan bien
impresa, que con haber pasado cuatrocientos años que se pintó con
estar sujeta al polvo y lodo de la calle, se conserva para la vista
muy entera. La causa porque este Templo siendo comenzado a edificar,
paró el edificio, y se mandó después en vida del mismo Rey acabar
a gran prisa, se dirá adelante.
Capítulo VI. Del repartimiento que se hizo de las casas de la ciudad
para los soldados, y de los linajes y familias que quedaron en ella,
y del privilegio que se dio a los de Lerida.
Habiendo
el Rey, como cosa más propia y necesaria, dado fin a lo que tocaba
al culto divino, se aplicó todo a hacer la división y repartimiento
de las casas, campos, y heredades, entre los soldados y capitanes del
ejército. Fue negocio este de muy gran peso, y que dio al Rey
trabajo infinito, particularmente por las muchas donaciones que hizo
a diversas personas de los campos y posesiones, los días antes que
la ciudad se tomase: por que fueron en más número y cantidad que se
hallaron campos para repartir. Comenzó primero por la división de
las casas entre la gente y soldados que habían enviado las ciudades
y villas Reales de Aragón y Cataluña. Repartidas pues y derribadas
las casas viejas hechas a la morisca, cada uno edificó a su gusto
otras muy altas, y más bien labradas. Quedan hoy desta memoria la
calle de Zaragoza en la ciudad vieja, y la calle de Barcelona en la
nueva, que se extendió fuera del muro viejo, al cual encerró de si
el nuevo. También para los de Teruel asignó uno de los principales
portales de la ciudad, defendido de dos grandes, muy fuertes y bien
labradas torres que le tienen en medio, y se llama de los Serranos de
Aragón, cuya cabeza es la ciudad y Comunidad de Teruel, de las
cuales y su poder, arriba en el libro tercero se ha hecho larga
mención. Por lo semejante hacia el poniente la vía de castilla,
para la defensa de la principal puerta que llaman de Quarte, se
plantaron los fundamentos de dos torres muy eminentes, cuales vemos a
los dos lados de la puerta, y que por ser tan altas y tan bien
hechas, y estar en los más alto de la ciudad puestas, descubren, y
son descubiertas de los caminantes de tan lejos, que alegran
extrañamente la vista, y dan muy grande muestra del gran ser de la
ciudad, como convenía hacerlas tales, para ganar la boca, que dicen,
a los Castellanos, por ser gente valerosa, y que sabe muy bien
engrandecer lo mucho, y bueno, y no perdonar a lo poco y ruyn.
Asimismo de las otras ciudades de Aragón como Calatayud, Iacca,
Huesca, Tarazona, Daroca, Borja, Albarracín, y Balbastro, con las
principales villas de Aínsa, Monçó, Alcañiz, Caspe, Montalbán
(Montaluá),
Pertusa, Exea de los caualleros,
Cariñena: y también de Cataluña las ciudades de Tarragona,
Tortosa, Vrgel, Vich, Girona, Balaguer y Elna, con la insigne villa
de Perpiñá, Villafranca, Manresa, Tárrega, y Ceruera, Agramút,
Granulles, Cruilles, con otras, de las que quedaron en la ciudad
muchos valerosos soldados, y capitanes del ejército, con los
sobrenombres dellas. Y fueron estos por sus memorables hechos muy
estimados, y perpetuaron sus linajes y familias en ella, extendiendo
su nombre y fama hasta en nuestros tiempos. Puesto que para los de
Lerida se otorgó particular y muy favorable privilegio, por haber
sido los primeros que en las baterías aportillaron los muros de la
ciudad en tres partes (como está dicho en el precedente libro) pues
en cuanto a ellos, ya dieron la entrada al ejército. Por donde como
si fueran los primeros que escalaron el muro, y de hecho entraran la
ciudad, cumplió el Rey con ellos lo que antes, cuando mandó
pregonar el asalto, había prometido a las ciudades cuyos soldados
primeros que todos hubiesen escalado, y entrado la ciudad. Porque
tomando por motivo que estos tales por abrir camino al ejército se
habían puesto en tan evidente peligro, y encomendado su vida a la
balanza de la fortuna, y por servir al Rey arriscado sus personas,
apique de dejar huérfanas sus mujeres, hijas, y hermanas: concedía
a su ciudad dos cosas. La primera que pudiesen dar peso y medida a
Valencia. La segunda enviar trescientas doncellas, para que el Rey
las dotase y casase con los principales soldados del ejército: como
de hecho vinieron luego de Lerida y de todo su distrito, y fueron por
el Rey dotadas, y colocadas con sus maridos. Y también el peso y
medida de ella aceptados e introducidos en la ciudad y Reyno, como
hoy en día se usa dellos. Asimismo muchas otras familias y linajes
poblaron la ciudad, no solo de Aragón y Cataluña, pero de la
Guiayna, y otras partes de Francia que vinieron con el Arzobispo de
Narbona: Como fueron los Narbones, los Carcassonas y Tolosas. Ni es
de creer que a este buen Arzobispo, que tan principalmente ayudó al
Rey en esta conquista dejase de agradecérselo, aventajándole con
alguna más principal Prelacia, o en otra manera. Entre todos estos
no faltó una nobilísima familia y linaje de Romanos (como dice la
historia) que vinieron a servir al Rey en la conquista, y se quedaron
a poblar la ciudad, llamados Romaníns, con el acento agudo en la
última sílaba, que así los nombraban los de Guiayna y Cataluña.
Los cuales no solo fueron proveydos
de casas, campos y posesiones, pero tan estimados por sus
esclarecidos hechos, y nación, que aunque mezclados con otras
familias y parentescos, el sobre nombre de Romaní nunca le han
perdido, antes otros linajes con este sobrenombre se han mucho
ilustrado. Sobre todos fueron los antiquísimos y principalísimos
linajes de Cataluña descendientes de los condes Berengueres, de los
Moncadas y Cardonas, con los cuales quedó muy ilustrada esta ciudad
y Reyno: en el cual señaladamente los Moncadas y Cardonas, quedaron
muy aventajadamente heredados de tierras y vasallos.
Capítulo VII. De la traza que se dio para ensanchar la ciudad, y de
las doce puertas y cinco puentes de ella, con el discurso de los
primeros pobladores, y de los edificios que en ella se hicieron.
Por
este tan célebre acrecentamiento de linajes y familias, para más
ennoblecer la ciudad, mandó el Rey ensancharla mucho más de lo que
antes era, y que se extendiese fuera del muro viejo. Y así se puso
luego todo en orden, por el grande aparejo y comodidad que la ciudad
tiene para edificar, dentro de si por la copia del agua de los pozos,
y cabe si por la diversidad de mineros de piedra durísima y
fortísima: también por la abundancia de cal, arena, y yeso, y mucho
más por la continua obra que siempre anda de tierra cocida de
ladrillos, con los cuales se hizo toda la muralla argamasada muy
ancha, alta, y fortísima. Demás que para los pertrechos y
enmaderamiento de las casas también alcanza toda la comodidad
necesaria: así por los grandes bosques de pinos altísimos que nacen
a jornada y media de ella en el Marquesado de Moya, de donde se
provee de ordinario cada año: como por el gran compendio y facilidad
que tiene para atraerlos por su río Guadalaviar, que pasa junto a
los bosques, y recogida la madera, la trae río abajo hasta dejarla a
las mismas puertas de la ciudad. De manera que a semejanza de los
Romanos antiguos, cuando fundaban sus colonias, se señaló esta con
un sulco
llevando alrededor el arado: por el cual hizo levantar los nuevos
muros, y quiso que la ciudad tuviese doce puertas: quizá por tener
siempre su ánimo y pensamiento puestos en las cosas divinas: y por
imitar aquella santa ciudad que vio y retrató el profeta Ezechiel,
que se abría por doce puertas. Porque a su semejanza tiene la ciudad
de Valencia otras tantas: tres que miran al Oriente, tres al
mediodía, tres a poniente, y tres a septentrión: con cinco puentes
grandes hacia el septentrión y al oriente sobre el mismo Río, y da
cada una de ellas en un Arrabal, y en dos caminos reales. A fin que
para todas las naciones y gentes del mundo se les abriese la puerta,
y por falta de puentes no impidiese el río la entrada a los
extraños. Pues realmente ningún natural quedó en ella (como está
dicho) sino que fue toda poblada de extranjeros. De aquí parece que
le es natural el acogerlos mejor que ninguna otra ciudad, para ser
común patria para todos. De donde viene que muchos vulgarmente la
llaman madre de extranjeros, y madrastra de los naturales, y no muy
fuera de razón: porque estos descuidados de su estado, por el
abundancia y regalo en que nacen y se crían, no estiman el bien que
tienen, y fácilmente le pierden. Mas los extranjeros, como vienen de
la necesidad a la abundancia y regalo, lo tienen en mucho: y por no
perderle viven con recato, y con curiosidad le conservan: como se
halla de muchos extranjeros, que entraron niños y desnudos en ella,
y por su buen ingenio y diligencia, junto con la continencia, y
sobriedad, acumularon en setenta años muy grande copia de hacienda:
cuyos hijos que nacieron de madres Valencianas, y se criaron con el
regalo de ellas, a los sesenta meses después de heredada la
consumieron toda: por no haber cuando los padres de heredar a sus
hijos de discreción como de hacienda. Pues levantado ya el nuevo
muro, y fortificada y crecida la ciudad, luego comenzaron a derribar
la vieja, por estar edificada a la morisca, y a labrarla muy
suntuosamente, abriendo las calles, y descubriendo patios, los cuales
muy en breve fueron llenos de casas, templos, monasterios,
Hospitales, lonjas, y otros edificios públicos, sin dejar en toda
ella lugar ocioso, ni impertinente. Señaladamente en la grande área
y plaza del mercado, donde es incomparable el infinito concurso que
de gente, de vituallas, y de todo género de provisiones de ordinario
hay en él cada día. Mas por que se entienda la religión y fervor
de devoción con que comenzó esta ciudad, y ha continuado su
edificio en lo espiritual: vemos que allende de las trece iglesias
parroquiales que después acá se han edificado y dotado de tan
copiosa y venerable clerecía, se hallan edificados en nuestros
tiempos, a gloria de Dios, treinta monasterios de todas las
religiones, dentro, y alrededor de la ciudad, no muy dotados de
rentas, pero mantenidos de la continua limosna de los vecinos de
ella. De manera que ha llegado a ser la ciudad casi tres veces más
de lo que era en tiempo de Moros: y por todas partes tan igualmente
poblada, que no hay hijada,
que dice, sino que toda es en todo ciudad Realísima.
Capítulo VIII. Como el Rey hizo los fueros del Reyno en lengua
Lemosina, y se quejaron los Aragoneses porque no se escribieron en la
suya.
Dado
ya orden por el Rey en lo material de la ciudad, como en en los
edificios y casas para habitar en ella, comenzó luego a darle la
forma y espíritu, con las nuevas leyes y fueros necesarios para ser
bien regida, y el Reyno con ella. Y por ser el Rey, no solo fundador
de la ciudad, pero de sus leyes y fueros, quiso que se escribiesen en
su propia lengua materna, que fue la Limosina, como se hablaba en
Cataluña. La cual tuvo su origen en la ciudad de Limoges en Francia,
y era común para toda la Guiayna: pareciéndole que por ser lenguaje
llano lo entendería mejor el vulgo, y se libraría de tan diversas y
confusas interpretaciones del derecho que suelen nacer de la variedad
y extrañeza de las otras lenguas de España, porque de andar
mezcladas unas con otras, eran fáciles y ocasionadas para dar muchos
sentidos sobre cada cosa. Como entendieron esto los Aragoneses, que
con ejército formado le seguían, y se habían hallado en la
conquista del Reyno, y entrada de la ciudad, se tuvieron por muy
agraviados, de que los fueros y leyes de Valencia se escribiesen en
lengua Catalana, o Limosina, tan obscura y grosera: y que fuera harto
mejor en la Latina, o alomenos
Aragonesa. Mayormente porque los fueros, como leyes provinciales,
están de si tan apegados, y toman tanta fuerza del derecho común y
leyes de los Romanos, que para más clara interpretación dellos, era
necesario escribirlos en la misma lengua que fueron escritas las
leyes, como la Romana, o alomenos la Aragonesa: por ser esta no solo
común a las demás de España: pero entre todas las de Europa (como
se probará) más conjuncta,
más hermana, y casi la mesma, con la Romana. También era del mismo
parecer, y conformaban en la pretensión por su propia lengua los
Castellanos, y los demás mercaderes Españoles, que allí se
hallaban, que hablaban casi en la misma lengua que los Aragoneses:
aborreciendo en grande manera la Catalana, o Lemosina, porque no se
podían hacer a ella, ni hablarla, más que la Caldea.
Capítulo IX. Del origen de la lengua Española, que fue de la
Romana, la cual se enseñó en Huesca de Aragón por los Romanos, y
la aprendieron mejor que otros los Aragoneses.
Antes
que por el Rey se satisfaga a la queja y agravios propuestos por los
Aragoneses en el precedente capítulo, para mejor responder a todo,
será bien mostrar lo que de su vulgar lengua Aragonesa se siente, y
descubrir algunos buenos secretos del origen y principio de la
universal lengua Española, que llaman Romance, que se nos ofrecen de
presente: valiéndonos de esta digresión para mayor ornamento de la
historia. Es a saber, como esta lengua fue totalmente derivada de la
Romana Latina por haber sido por los Romanos introducida y enseñada
por toda España, y puestas escuelas en las principales ciudades y
lugares de ella: y como para los Aragoneses, que son la mayor parte
de los Celtíberos, se pusieron en la ciudad de Huesca, donde no sola
la aprendieron con mucha curiosidad, pero hasta en nuestros tiempos
la han retenido, y conservado más pura, e incorrupta que en las
demás partes de España. Pues cuanto a lo primero que la lengua
Aragonesa, con la que llaman Castellana, hayan sido nacidas de la
Romana Latina, y que esta fuese por los Romanos enseñada en España,
claramente se colige del tiempo de Quinto Sertorio Senador y gran
capitán Romano, el cual por haber seguido la parcialidad de Mario,
persiguiéndole por ello L. Silla, fue desterrado de Roma, y se vino
a España: donde descubriendo el generoso y natural valor de los
Españoles, y su ardor y fuerzas para la guerra, aunque en lo demás
los halló bárbaros y rudos (rudes):
con su arte y maña los instituyó, y amaestró de manera, que no
solo en armas, y en el ejercicio y uso de pelear, los igualó con los
Romanos: pero aun halló modos, como en lo demás, hacerlos idóneos
y suficientes para toda cosa de gobierno. Y así para que mejor
conociesen el bien que les hacía, y le tuviesen todo amor y respeto,
mandó poner escuelas en Huesca, con muy buenos maestros Romanos,
para que les enseñasen las lenguas Latina y Griega, a fin de que con
esta mañosa obra de enseñarles, realmente tuviese como en rehenes
los hijos de los más principales señores de la Provincia: y para
que con la instrucción en las lenguas, y erudición Romana, se
habilitasen, y pudiesen ser acogidos a los cargos y preeminentes
oficios de la guerra, según que Plutarco historiador grave más
largo lo escribe en la vida del mismo Sertorio. Mas aunque a la
verdad, Huesca de la cual habló Plutarcho, es diversa de la Huesca
de Aragón, porque la otra está en la Andalucía al extremo de los
Tudetanos, donde Sertorio hizo sus guerras, y hoy se llama Huéscar,
y la de Aragón está fundada a las faldas de los Pyrineos hacia el
Septentrión: pero de su antigüedad (antiguidad),
y gran tiempo que duran sus escuelas, con otros vestigios e indicios
que de los Romanos se hallan en ella, claramente se ve que fue
también en esta Huesca fundada Academia de lenguas, y con la
continua lección perpetuada. Porque es más que verosímil, que
otros capitanes Romanos antes y después de Sertorio, como los dos
Scipiones y Pompeo (Pópeo),
principalmente el Emperador Augusto César (Caesar),
hicieron escuelas en España, y mucho más en la citerior donde están
los Aragoneses, y donde más ellos se detuvieron. Y así se muestra
que en ninguna parte mejor que en Huesca las instituyeron, por no
hallar otro lugar más apto para el propósito de los Romanos: por
ser esta ciudad de asiento alegre y bien fortalecida, de muy fértil
campaña, y de toda cosa provista (proueyda),
ser muy mediterránea, para más seguramente retener como en rehenes
los estudiantes nobles, y más por estar separada del comercio y
comunicación de diversidad de gentes, para no ser distraídos de sus
estudios y ejercicios de lenguas: a efecto que después de haber bien
aprendido la Latina, no solo se valiesen los Romanos dellos como de
farautes y espías para descubrir los ánimos y designios de los
Españoles, tan amigos de libertad, pero también para que fuesen
admitidos así al gobierno y cargos de la República como en los
oficios de la guerra.
Capítulo X. De la afición con que los Españoles aprendían la
lengua Latina, y como en todas las villas y ciudades de España había
públicas escuelas para enseñarla, y que en los Aragoneses quedó
más apurada.
Para
confirmación de lo dicho en el precedente capítulo, se halla que
cebados los Españoles de los premios que los Romanos daban, y honras
que hacían a los más hábiles en la lengua Latina, se dieron con
tanta afición y estudio a ella, que hasta los padres, hermanos, y
hermanas, cogían cada día de los niños cuando volvían de las
escuelas, las lecciones (liciones)
que habían oído aquel día, y con esto hacían la lengua Latina
familiar y doméstica. Y en fin aquellos nombres y vocablos que los
Romanos ponían a las cosas se recibían y han quedado para siempre
en España. Llegó este ejercicio a tanto, que hay quien escribe, que
no había otros juegos para los niños, ni se permitían otras
contiendas para tirar a la joya, sino por mejor hablar en Latín,
declamando por las plazas y cantones para más ejercitarse en el uso
de la lengua. De manera que no solo en las dos Huescas, pero en las
más ciudades y villas de España, se ha de creer, había instituidas
escuelas y puestos maestros para que juntamente con las lenguas
enseñasen todas las artes liberales, para más atraer a los
auditores a entender los misterios y admirables secretos dellas.
Señaladamente en la ciudad de Sagunto junto a Valencia, que hoy se
llama Murviedro, donde (como adelante mostraremos) fue tanta la
devoción que para su mal, tuvo al senado y pueblo Romano, que no
solo tomaron sus leyes y costumbres para regir su República, pero
también aprendieron la lengua Latina para entenderlas. Pues para
manifiesto argumento de que la entendieron y hablaron familiarmente,
está aun en pie el gran teatro que edificaron en la misma ciudad
para representar al pueblo las comedias Latinas que les enviaban de
Roma: y es muy cierto que tan gran concurso de pueblo, no era para
solo ver, sin que entendiesen la lengua en que ellas se
representaban. Porque de otra manera, como es posible que todos los
Españoles chicos y grandes hombres y mujeres aprendiesen la lengua
Latina, ni que la convirtiesen en tan cotidiano y familiar uso de
hablar, y en el tanto se fundasen, que por él, sin más dejasen el
antiguo y materno suyo propio. Demás de eso, que tuviesen el Latín
Romano con tantas raíces (razizes)
aprendido, que ni por la nueva lengua de los Godos, ni por la bárbara
Arábiga de los Moros, que después entraron en España, jamás se
haya perdido, ni vuelto a la antigua? Salvo que con el tiempo, como
los Romanos se apartaron de España, y los vocablos iban faltando,
los Andaluces entre otros, ayudándose de los nombres Arábigos de
Granada su vecina, los mezclaron con la Latina. Mas no fue así de
los Aragoneses, los cuales con la misma tenacidad y porfía que
acostumbran emprender otras cosas, han conservado hasta hoy aquella
misma lengua Latina que se aprendió en las escuelas de Huesca:
Porque no hablan vulgarmente otros vocablos que, o, Latinos, o
derivados de ellos: y también muchos Griegos, si se atiende a la
etimología (Etymologia)
dellos. Pues entre otras hemos leído algunas Epístolas compuestas
de unos mismos vocablos y una misma significación y congruencia
(congruydad)
en las dos lenguas Aragonesa y Latina: y también con curiosidad,
hemos hallado (sin las que han introducido los Médicos) ochenta
dictiones
Griegas y Aragonesas de una misma terminación, significación y
sentido. Para que se vea cuanta ha sido la firmeza y constancia de
los Aragoneses, pues por la vecindad y contratación de los otros
Reynos propincos, de lengua más inculta, no se les ha apegado nada
en su cotidiano uso de hablar: mayormente estando rodeados a la parte
de mediodía de los Moros de Valencia que hablan en Arábigo
(Arauigo), por la de oriente de los Catalanes, con su lengua
Lemosina: a la de Septentrión de los Cántabros, que incluyen
Vizcaínos y Navarros: de cuya lengua como reliquias de la antigua
Española (lo que piensan muchos) ni en un solo vocablo se han
aprovechado: sino que con la conversación de los Castellanos, que
retienen la lengua Romana, se han conservado, sin que en el valerse
de vocablos ajenos les hayan imitado (imtado).
Ni se admite por verdadero lo que algunos pretenden (pretiendé)
que los Aragoneses hablan Castellano grosero y bastardo, y que tienen
los mismos vocablos que en Castilla, sino que no los componen en buen
estilo: porque como está dicho ambas a dos lenguas tienen una origen
y principio de la Latina, y así no puede ser una dependiente de la
otra: sino que como dice el proverbio. Todos de un vientre y no de un
tempre.
Porque a la verdad los Castellanos tienen los conceptos de las cosas
más claros, y así los explican con vocablos más propios y bien
acomodados demás que por ser de si elocuentes en el decir, tienen
más graciosa pronunciación que los Aragoneses, los cuales
pronuncian con los dientes y labios, y los Castellanos algún tanto
con el paladar, que les ha quedado del pronunciar de los Moros que
forman las palabras con la garganta y es cosa de gusto, oír a un
moro hablar Castellano, ver cuan limpia y graciosamente lo pronuncia,
que casi no le toca con los labios. Puesto que por el mismo caso los
Aragoneses pronuncian mejor la Latina que los Castellanos, porque
profieren con los labios y dientes que son los principales
instrumentos de la pronunciación Romana: cuya fuerza ha podido
tanto, que habiendo quedado en Aragón muchos pueblos de Moros, que
llaman Tagarinos, entre los Cristianos, los Aragoneses no solo no han
usurpado algún vocablo Arauigo dellos, pero les han forzado a dejar
su propia lengua por la Aragonesa: la cual se ve que hoy hablan
todos. Para que por ningún tiempo pueda llamarse bárbara la lengua
Aragonesa, así por ser más conjunta que todas a la Latina: como por
haberse conservado por tantos siglos entre tantas bárbaras sana, e
incorrupta. Ha sido necesario traer todo esto de la origen y
observación desta lengua, a propósito que la pretensión de los
Aragoneses cerca los fueros de Valencia, como está dicho, no
pareciese impertinente: ni ellos indignos de que el Rey en esto les
complaciese: pues la conquista del Reyno de Valencia por la antigua
división entre el Rey de Castilla, y el de Aragón, tocaba a los
Aragoneses, los cuales no habían faltado con su ejército, empleando
vidas y haciendas en conquistarlo: por lo cual merecían que en
nombre suyo, y de su Reyno se escribiesen los fueros de Valencia en
su lengua, y aunque se redujesen a los fueros de Aragón todos.
Capítulo XI. De las justas causas que el Rey dio para escribir los
fueros en lengua Lemosina, y de la excelencia dellos, y grandeza de
la ciudad.
Perseverando
el Rey en su determinación, no
embargante la queja de los Aragoneses, mandó escribir y publicar los
fueros y leyes del Reyno en su propia lengua Lemosina, por las justas
y legítimas causas que su Real consejo para ello dio. Primeramente
porque estaba en absoluta libertad del conquistador dar leyes nuevas
a los pueblos por él conquistados, escritas en la lengua que
quisiese, solo que estuviesen fáciles y claras de entender, sin
curar de más elegancia, ni arreos de palabras porque había de ser
llano y manifiesto al pueblo lo que para su amonestación, o castigo
se le daba por ley. Y así tomada la ciudad y echados por una parte
todos los Moros de ella, y por otra acogidos los Cristianos de
diversas tierras para poblarla, era necesario que el conquistador
introdujese (introduziesse)
su propia lengua: a fin que no solo quedase en ella su gloriosa
memoria, pero que con esto satisficiese (satisfiziesse)
y cumpliese con la voluntad y honra de la mayor parte del ejército y
gente que le ayudaron en la conquista. Pues se hallaba haber sido
doblada la gente y ejército de los Catalanes con los de Guiayna que
siguieron al Rey en la conquista y población de Valencia, que la de
Aragoneses, y de otras partes. Demás que no era cosa conveniente que
los Valencianos que tan conjuntos (coniunctos)
estaban en el trato de mar y tierra con los Catalanes y de la
Guiayna, usasen de otra lengua que de la que era familiar y propia a
los unos y a los otros, y por eso mucho menos necesario, ser regidos
y juzgados por leyes y fueros escritos en extrañas
lenguas. Ni era buena consecuencia, que por tomar los fueros su
fuerza e insistir en el derecho común, por el cual se han de
declarar para bien juzgar con ellos, se hayan de escribir en lengua
Latina, o en la más conjuncta a ella: por que no había cosa más
ajena de la intención del Rey, que revolver sus fueros claros con
leyes oscuras. Pues no por otra causa quiso que sus fueros se
escribiesen en lengua tan vulgar y llana, que por desterrar desta
Repub. tantas, y tan varias y dudosas interpretaciones del derecho:
mandando con expreso fuero, que en caso que se ofreciesen dudas sobre
la inteligencia del fuero (que suelen estas hacer siempre tardos, e
irresolutos a los Dotores
en el determinarse) no se recorriese a ellos, sino a solo juicio de
buenos hombres: y que estos no atendiesen sino a la pura verdad del
hecho, y conforme a ella juzgasen. También por dar con esto alguna
satisfacción al pueblo malicioso, para el cual no hay cosa más
grata, que ser juzgado de jueces sacados de medio del, como de
compañeros, que a estos vemos que cree más, porque a los Doctores
tiene los por sospechosos, y cavilosos. Con estas razones y causas
que el consejo dio de parte del Rey a los Aragoneses, desistieron de
su demanda, y se conformaron en todo con la voluntad del Rey. Mas
porque continuemos nuestro propósito, fundó el Rey con tan
principales y bien advertidos fueros su Repub. Valenciana, a juicio
de todos los que con curiosidad han reconocido y visto otras
Repúblicas por el mundo, que ninguna los tiene más claros, más
santos, ni mejores. Según que la misma ciudad lo testifica con su
buen gobierno y augmento,
como fruto que nace de ellos. Pues llega a ser tan poblada, tan rica
y abastada, y de aquel tiempo acá tres veces mayor de lo que era. En
tanto, que con haber muchas Valencias en la Europa, los Franceses la
han llamado siempre la mayor diciendo en su lenguaje (Valance le
gran) porque a la verdad sus casas llegan a número de diez mil, y
vecinos son veinte mil, sin sus arrabales, y caserías de la huerta,
que llaman Alquerías que son otra tanta ciudad.
Capítulo XII. De la elección que el Rey hizo de Fieles para
repartir los campos y heredades, y como murmurasen de ella, la hizo
de otros, y en fin volvió a los primeros.
Hechos
los fueros y leyes para el gobierno de la ciudad y Reyno, fue el Rey
muy solicitado por los oficiales del ejército hiciese la repartición
y distribución de los campos y heredades de la huerta y dehesas,
contenidas en el distrito de la ciudad, como cosa debida, y que por
recompensa del saco de ella, que les había quitado de las manos,
andaban todos muy intentos en la demanda: mayormente los que antes de
tomada la ciudad habían alcanzado del Rey donaciones de tantas
jugadas de campos. Por esta causa eran intolerables las
importunaciones de los pretensores. Por donde hecha ya la división
de casas por los fieles que para ello se deputaron,
de nuevo eligieron dos otros fieles, o repartidores para la división
de los campos. Para lo cual fueron nombrados por el Rey, don Assalid
Gudal letrado y del consejo Real, y don Ximen Pérez Tarazona
Vicecanceller del Reyno de Aragón, dos nobles Aragoneses, y muy
diestros en las cosas del gobierno, y que no solo eran señalados por
la mucha plática y experiencia de negocios, pero en la sciencia
legal excedían a todos los de la Corte, y valer en las dos cosas era
tenido a los nobles y generosos por muy honroso. De suerte que se les
dio cargo para que reconocidos los campos, según el espacio y medida
dellos, se asignase a cada uno lo que conforme a las donaciones
hechas por el Rey les pertenecería. Sobre este nombramiento de los
fieles para la división, hubo grande murmuración entre los señores
y capitanes del ejército, y con esto mucha queja del Rey:
pareciéndoles no ser cosa decente para negocio tan principal,
nombrar tales fieles, por muy honrados y letrados que fuesen: que
fuera harto más acertado nombrar otros de los mayores Prelados
Eclesiásticos, y más grandes señores de su Corte. Lo cual aunque
desagrado mucho al Rey, pero considerando que los mismos grandes que
pedían el cargo, hallándose inhábiles para regirlo, luego mudarían
de parecer, sin dar más parte dello a Gudal, ni a Tarazona,
respondió que nombrasen los que quisiesen, que los aprobaría, y
daría el cargo. En la hora fue dada al Rey la nómina de los que
podían ser nombrados, que fueron de los Prelados, Berenguer
Palaçuelos, y Vidal Canellan, Obispos de Huesca y Barcelona, y de
los grandes, don Pedro Fernández de Azagra señor de Albarracín, y
don Ximen Vrrea General de la caballería, ambos nobilísimos
señores, y muy esclarecidos en la guerra, y así el Rey les confirmó
luego en el cargo. Quejáronse mucho al Rey los primeros nombrados,
por haberlos así súbitamente privado del cargo sin oírlos, y con
gran mengua suya admitido a otros. Respondioles el Rey, que no se les
diese nada por ello, porque tenía por muy cierto que los nombrados,
viéndose embarazados por su inhabilidad, y dificultades del cargo,
no solo le renunciarían, pero que con muy grande honra volvería a
ellos: cuanto más dijo el Rey, que sé yo algún secreto, que cuando
torne a vosotros el cargo siguiendo mi parecer, desharéis todas las
dificultades y estorbos que se os puede ofrecer. De manera que los
cuatro fieles comenzaron a poner mano en la división, y como luego
se les ofreciesen grandes enredos, y ni supiesen, ni pudiesen
deslindarlos, y con esto fuesen de día en día difiriendo la
división, y creciese mayor murmuración contra ellos, que contra los
primeros, luego de si mismos se inhibieron del cargo, y le
renunciaron del todo.
Capítulo XIII. Como el Rey gustó mucho de los que dejaron el cargo
del repartimiento, y que se restituyó a los primeros, y de la
industria que dio en la repartición para que fuesen muchos
heredados.
Gustó
mucho el Rey de los Prelados y Grandes, que habiendo con alguna
ambición procurado para si el cargo de la repartición con gran
aplauso del ejército, sucedió que por las causas dichas, no solo le
dejaron, pero pidieron volviese a los primero nombrados Gudal y
Tarazona: a los cuales llamó el Rey, y en presencia de todos les
confirmó el cargo: y para que mejor, y con más honra saliesen con
la empresa, les descubrió su pecho, dándoles el modo y traza que
habían de tener para quitar de raíz todas las dificultades, y
embargos del repartimiento: porque se descubrían tan grandes, que
casi imposibilitaban la repartición: las cuales mostró el mismo Rey
se quitaría, haciendo dos casos con su autoridad y decreto. La una
que así como en Mallorca en semejante división se había usado, las
jugadas de los campos, que antes eran cada una de tantos celemines de
simentera,
de allí adelante se redujesen a la mitad, y sobre esto se
estableciese ley perpetua: pues con buen título y razón podían los
conquistadores hacer y dar (como está dicho) nuevas leyes a los
conquistados, mayormente no quedando ninguno de ellos en la ciudad, y
viniendo bien en esta ley los que de nuevo la poblaban. La otra era,
que se examinasen muy bien las mercedes y donaciones hechas por el
Rey antes de tomar la ciudad, y que reconocidos los servicios y
gastos hechos por cada uno de estos tales, y limitados según el
tiempo que siguieron la guerra, y ejercitaron las armas, así fuese
la justa recompensa dellos: porque desta manera sobraría para todos.
Siguiendo pues los fieles la forma y advertimiento del Rey, no solo
igualaron los campos con las donaciones, pero aun sobraron tierras: y
con esto fueron heredados en la huerta y campaña de la ciudad,
CCCLXXX hombres principales del ejército de los dos Reynos, los que
por su valor y mano se ennoblecieron en esta conquista. Esto fuera de
los grandes, y principales del consejo real, porque a estos el Rey
les repartió, y dio en feudo villas y castillos por todo el Reyno,
con la obligación de seguir al Rey en tiempo de guerra, o en otra
manera, de mayor o menor cargo: según la merced hecha a cada uno
dellos. Cuyas familias y linajes desde la conquista acá, han
florecido y perseverado con mucha alabanza, y quedan en sus estados
con la gloriosa memoria de sus antepasados.
Capítulo XIV. De donde les viene a los Valencianos ser valientes en
el acometer, y por qué causas el Rey les permitió los desafíos, y
como fue Valencia Roma primero llamada.
Con
el buen repartimiento de campos y heredades que los fieles con el
consejo del Rey hicieron, quedaron colocados en esta ciudad tan gran
número de gente escogida, como arriba dijimos. Los cuales con el
buen sustento, y continua guerra que siempre tuvieron en defender la
ciudad, y conquistar el Reyno de los Moros, la ennoblecieron con su
linaje y familia en tanta manera: que no sin muy justa causa entre
todas las ciudades de España la llamaron Valencia la noble como
planta frutificante,
y descendiente de aquellas primeras familias de Aragoneses y
Catalanes, que por haber seguido a este Rey en tantas guerras
quedaron por sus propias manos ennoblecidas. Lo cual se arguye de la
misma nobleza y fortaleza que hoy queda y permanece en sus
descendientes. Pues realmente de la gente Española, ni para
acometer, ni para menos tener cualquier peligro en las empresas,
jamás fueron los Valencianos de los postreros. Porque a estos la
saturnina melancolía de los Catalanes sus progenitores, mezclada con
lo dulce de la tierra a que son muy dados, se les ha convertido en
pronta y Marcial cólera. Y tanto más porque Marte es señor, y está
en la casa del signo Escorpión, al cual, por observación de
Astrólogos, está sujeta Valencia. Y así la concurrencia de los dos
planetas (según lo afirma Cipriano Leouicio) hace los hombres
generosos, fuertes, animosos, airados, ardientes, prontos, liberales,
arrojados a todo peligro, buenos para gobierno, vanagloriosos, amigos
de venganza, y que no sufren injurias como estos. De aquí fue que
para moderar esta su natural y pronta cólera, porque movida se les
pasase presto, y con darle un desvío pronto, no se reconociese en
venganza, a fin que luego en pasar la guerra se siguiese la paz: les
permitió el Rey los desafíos de uno a uno, o de tantos a tantos.
Así porque aflojando la cólera con la presencia e igualdad del
trance y armas, diese lugar a la concordia: como porque por la
codicia de ganar honra y victoria en el combate, se aumentase el
ánimo, y mantuviesen las fuerzas para emplearlas contra los enemigos
de la Repub. De donde ha venido que, o por el natural hervor de la
sangre, o por el apetito de gloria, no hay gente como ella, que menos
rehuse
este género de combate, ni a que más se haya siempre dado. Por esta
misma causa, y ser los Valencianos tan propincos a los Saguntinos
(como adelante mostraremos) es posible que antiguamente se hubiesen
igualado en fuerzas y valor con ellos. Ni se da por fabuloso (dando
la antigüedad por autor) lo que vulgarmente se refiere, que Valencia
fue primero llamada Roma, por haber sido nombre impuesto por Griegos
corsarios, que navegaron por estas partes, e hicieron sus entradas y
correrías por las tierras y lugares marítimos, y que de haber
hallado en Valencia más resistencia, y gente más guerrera que en
las otras tierras, la llamasen Pxuñ
que quiere decir
valentia:
y que por esta causa los Romanos reduciéndola a colonia, la llamasen
Valécia, porque no encontrase con el nombre de Roma: mudando la voz,
y quedando la significación,
según que en nuestros Comentarios de Sale, lib. 2 más largamente se
declara.
Capítulo XV. Que los Aragoneses que vivían en Valencia podían ser
juzgados según los fueros de Aragón, y aunque se les negó, fueron
parte para que los de Valencia fuesen más benignos, y del abuso
dellos.
Volviendo a las leyes y
fueros que el Rey estatuyo para la ciudad y Reyno, con asistencia de
hombres muy letrados y expertos, y que habían considerado las leyes
y gobierno de otras Repub. principalmente teniendo atención a los
vicios e insolencias en que la mocedad Valenciana incitada por el
gran regalo y abundancia de la tierra podía caer: determinó por
estas causas fuesen los fueros de Valencia algo más ásperos que los
de Aragón, los cuales de muy benignos, entre otras cosas, eximen a
los delincuentes de venir a cuestión de tormento: y así quedaban
los de Valencia en el inquirir, castigar y punir muy severos y
rigurosos. Lo cual visto por los Aragoneses que estaban heredados y
vivían en Valencia, acordándose de las libertades, y benignidad de
fueros de Aragón, tentaron de contrastar sobre esto, siquiera por
eximirse de ellos: pretendiendo que puesto que vivía en Valencia,
habían de ser juzgados ellos y sus haciendas conforme a los fueros
de Aragón. Pero fue por demás su demanda, porque se les respondió,
sería cosa semejante a monstruo de dos cabezas, ser la ciudad y
Reyno juzgado con leyes y fueros entre si contrarios y diferentes.
Con todo eso fue tanta la porfía de ellos, alegando las libertades y
benignidad de los fueros de Aragón que fueron parte para que se
moderasen y diesen a Valencia fueros más benignos de lo que estaba
ordenado, y de lo que agora (según la viveza de los ingenios y
libertad de la gente) se les hubiera concedido. Puesto que a la
verdad los mismos serían, agora como entonces, también suficientes
para desterrar los vicios y males de la tierra, si se diese lugar a
la ejecución dellos, y en los crímenes se ejecutase luego su rigor,
y en los pleitos y cosas de hacienda, no se ampliase tanto su
benignidad y favor, como adelante lo notaremos.
Capítulo XVI. De la razón por que se describen las excelencias de
la ciudad y Reyno tan copiosamente, y de las justas causas que los
conquistadores tuvieron para dejar sus propias tierras por poblar a
Valencia.
No hay porque
maravillarse, ni tener a demasiada afición, el tanto detenernos en
la descripción de las excelencias de esta ciudad, que parece no
queremos dejar cosa por decir de ella: porque en esto cumplimos con
el oficio de fiel historiador, cual a este Rey se debe. Pues si de
alabar el mundo con las grandes maravillas que en él hay, resulta
tanto mayor obligación para haber de alabar al sumo artífice y
criador del y dellas, como de obra y hazaña por sus manos hecha: a
imitación y sombra de esto, habiendo sido el Rey el primer
conquistador de esta ciudad, y echado a todos los infieles de ella, y
de nuevo plantado la fé y religión Cristiana, regándola con la
viva agua de doctrina divina, la cual mandó luego introducir en
ella: y que por haberse con sus tan excelentes fueros y leyes
perpetuando el buen gobierno y conservación de ella, ha llegado a
ser y prosperar mucho más de lo que aquí la podemos alabar y con
nuestro ínfimo estilo engrandecer: Porque todo esto no resultará en
mayor loor y gloria del mismo conquistador? Como siendo esta una de
las más bien acabadas hazañas por sus Reales manos, no será aquí
muy copiosamente descrita y amplificada? Para que continuando lo
dicho, con lo que por decir queda de ella, pasemos adelante, y
mostremos, como a causa de haberse salido todos los moros de la
ciudad, y quedar del todo desierta de gente, se siguió, que el
ejército, no solo de los Aragoneses y Catalanes, pero de Franceses y
Romanos (como arriba dijimos) se quedasen a poblarla, y por ella
olvidasen sus propias tierras, por las sobradas causas y razones que
para ello tuvieron. Porque si los hados (como el vulgo dice) les
hubieran ofrecido felicísimo asiento y morada en esta ciudad, así
fue igual la importunidad de todo el ejército, por ser acogidos en
el repartimiento de las casas, y de los campos y heredades, para
quedarse a vivir con ella. De manera que tan presto como la ciudad
fue despoblada de los moros, fue poblada y dos tanto aumentada por
los cristianos: pues con la religión y fueros tan santos para su
temporal y espiritual gobierno, juntamente se introdujo (introduzio)
la política (policía),
y delicado modo de vivir en ella. Mas porque declaremos en particular
algunas de sus principales excelencias, por las cuales es tan
conocida y nombrada en todas partes: vamos por cabos declarando lo
más principal de ella, y por lo que llega a ser muy singular entre
todas las de la Europa. Como es por la comodidad de su asiento, por
la gran templanza y suavidad de aire: por su rica y varia fertilidad
de campaña: por su grandeza y concurrencia de gente: por su trato e
infinidad de mercadurías, con las propias y muchedumbre abundancias
del Reyno: que todo será para más descubrir el lustre y gran ser de
ella. Volviendo pues a su asiento y fundación, lo que se entiende
es, que según su natural sitio y aparejo para ser muy poblada, su
fundación fue muy antigua entre todas las ciudades de España (según
que otros escritores lo han significado) pero su aumento comenzó de
aquel tiempo que la gran ciudad de Sagunto su vecina a XII mil pasos
de ella (donde agora está Murviedro) fue destruida por Annibal y
ejército de los Cartagineses, como adelante diremos. Porque se cree,
que después de esta destrucción, que por no haberle acudido con el
socorro el pueblo Romano padeció Sagunto: proveyó el Senado viniese
Gne. Scipion procónsul a España, para ver si podría reparar las
ruinas y pérdida de ella: pero como la halló tan despoblada y
yerma, así por la gran falta de aguas, que por los conductos ya
rotos solían traer a su río y vega: como porque Valencia, y otros
pueblos vecinos a Sagunto, se las habían usurpado, y dividido entre
si su territorio y campaña, pasó a Valencia, donde vista la gran
fertilidad de la tierra, con la abundancia de aguas que para ser bien
cultivada tenía, dejó a Sagunto, y en su lugar hizo a Valencia
colonia Romana, y la sustituyó en toda la señoría y mando que
Sagunto en su territorio poseía: ennobleciéndola con nuevos
edificios, y otras comodidades públicas (como luego mostraremos) a
causa de ver su felice asiento, y constelación (costellacion)
próspera
debajo del signo de Escorpión, con la compañía de Venus y Marte:
los cuales (según la opinión de Astrólogos) causan admirables
efectos, como en el capítulo XII, poco antes se han copiosamente
declarado: y que bastan los efectos para creerlo. Lo mismo se halla
en lo que toca a la pureza y sanidad de aire, y hermosura de tierra.
Porque está situada en el mejor, y más templado suelo de la Europa:
por estar hacia la marina, abierta al oriente: para que antes que los
vapores crasos y húmedos que de la noche quedan puedan dañar por la
mañana a los ciudadanos, los haya el sol ya levantado y disipado.
Está hacia el Septentrión a tres leguas rodeada de un perpetuo
monte, que desde el cabo donde está el devoto monasterio de frailes
menores, que llaman Val de Iesus, corre hacia poniente y mediodía en
forma de semicírculo, que comprende toda su vega y huerta. Por el
cual monte pasan de invierno, y se refrenan los rigurosos vientos de
la Tramontana, que revueltos con la fragancia de tan buenas yerbas y
flores, purgan los malos vapores, y desecan las humedades de ella. A
los cuales suceden de verano los vientos que los Griegos llaman
Etesias, que son el Boreas templado: y muy saludables, porque suelen
estos templar el excesivo calor de los caniculares. También por el
poniente se vale de los lluviosos vientos de Castilla: para que con
el más cómodo regadío del cielo, maduren los frutos de su vega, y
los del monte crezcan. Puesto que su mayor abundancia de aguas le
acude por el Levante: del cual también se vale para hacerse venir
las naves cargadas de pan de Sicilia hasta su Grao y marina.
Finalmente por la parte de mediodía, por donde había de ser más
infestada, también templan su calor los suavísimos vientos
Australes, que rociados del mar, por donde pasan, refrescan la
tierra, y cuando el sol es más ardiente más los mueve, y son los
que llaman embates. De donde es que con haber en ella concurso de
todas las gentes y naciones del Orbe, a dicho de todos, ningún otro
aire como el de esta ciudad se halla más común y saludable para
todos: y tanto más porque si acaece a los extranjeros adolescer en
ella, no hay otra en la Europa más pueda de remedios que ella para
cobrar la salud: así por el grandísimo ejercicio de la medicina
platica y especulativa que en si tiene: como por la mucha abundancia
y excelencia de adrogas,
de yerbas, y mucho más de regalos que en ella hay para los
dolientes: y que se puede muy bien decir, como suelen, que valen más
los regalos de Valencia que las medicinas de otra parte. Pues si
consideramos las aguas en ninguna parte se hallan más saludables que
en ella. Porque su río Guadalaviar, que viene de hacia el
septentrión fresco, y desde su nacimiento muy quebrado y ligero por
entre peñas, llega tan apurado, que según opinión de Médicos, y
se prueba por experiencia, ningún río hay de agua más sana y
delgada, que la suya. Mayormente después que la ciudad goza del
ordinario y abundoso acarreo de la nieve, cuyo efecto es comunicar
toda su frialdad al agua puesta en vasos (no mezclada con ella, que
no es sano) sino con circular movimiento meneados, y refregados con
en ella: porque de esta manera, restituyendo al agua su propia
calidad primera que es de frigidísima,
viene a ser muy grato, y para la concoction,
y digestión, muy apto y sano el beber con ella. Porque demás del
suavísimo regalo que se alcanza con el beber frío en tierra de si
caliente, y más siendo el tiempo ardiente: aun es mayor la salud que
se le sigue de esto, por la templanza y freno que el frío pone al
excesivo calor interior de los cuerpos, cual del calor de hígado se
padece en ella: como en nuestros Comentarios de Sale lo tenemos más
largamente probado. Puesto que no por eso deja de ser buena el agua
de los pozos, sino es para quien no la tiene vezada, de la cual
abunda en tanta manera la ciudad, que con los de los arrabales se
hallan treinta mil pozos en ella. Los cuales ayudan mucho a la
firmeza y sanidad de la tierra, defendiéndola así de terremotos y
otras aberturas, como de pestilentes vapores, para que salga no con
ímpetu, debajo de la tierra sino poco a poco, y como rociados y
templados por los mismos pozos.
Capítulo XVII. De la rara y artificiosa obra de los albañares de la
ciudad, y de la gran limpieza y sanidad que tiene por ellos.
Se
junta con los demás provechos que los pozos hacen a la ciudad, para
ser una de las más limpias y sanas del mundo, lo que ayudan ellos
para conservar y mantener aquella tan singular y rara obra de los
albañares públicos, que en latín llaman cloacas, con los
particulares de cada casa, hechos los unos y los otros con tanto
artificio, y comodidad para la limpieza de la tierra: que realmente
cuando no los había debía ser esta ciudad muy intolerable y
enferma, por ser húmeda y caliente, donde más fácilmente se
corrompen las cosas, que si fuese fría y seca. Como lo vemos de
muchas otras, que por falta de esta policía, no solo se valen de
corrales llenos de suciedades, pero las calles quedan inficionadas de
mil inmundicias con intolerable hedor por las mañanas. Y así se
halla que excede en esto a las cloacas y policía de Roma, y las
demás ciudades de la Europa. Puesto que es fama fue por los Romanos
hecha esta obra en Valencia, siendo Gne. Scipion procónsul y
Presidente de España, y que por orden suyo se edificaron estos
albañares, por sacar las suciedades no solo de cada casa, pero todas
juntas sin ningún mal olor, fuera de la ciudad: lo cual es argumento
que sin ellos no se podía vivir en ella. Esta obra subterránea
dellos con tanto artificio, y suntuosidad hecha, que no fue menos que
edificar media ciudad el acabarla, por tantos arcos, puentes, y
bóvedas que en lo profundo hay, y tan fuertes, que aun causa mayor
admiración, que de mil y setecientos años acá que se edificaron,
han siempre permanecido y permanecen en su rigor y entereza de obra.
La cual está acabada desta manera, que por la parte de entre
septentrión y poniente, donde tiene un poco de pendiente la ciudad,
le entra una grande acequia de agua, sacada del mismo río: la cual
después de haber aprovechado para adobar paños y tinturas, se
divide en tres otras acequias, que llevadas debajo tierra por sus
albañares, no solo reciben las aguas de las lluvias que se recogen
de las calles por los albellones, o caños, pero aun recogen las
inmundicias o heces de todas las casas para echarlas fuera de la
ciudad. Y con esto vienen a ser muy grandes por esta vía, que tiene
cada casa por si pozo y cocina, de los cuales todas las aguas que
echan caen en aquella canal, en la cual entran las inmundicias de la
casa, las cuales ayudadas con el agua, por sus alcaduzes da en las
madres o canales que artificiosamente hechas va por medio y debajo de
las calles, hasta que da en los tres grandes albañares. De esta
manera las suciedades de cada casa por si, y de todas juntas, van por
fuera de la ciudad, hinchiendo los fosos y barbacanas entorno de
ella, hasta que toman la vía de la mar, y fertilizan muy mucho los
campos que de paso riegan. Pasa más adelante la policía, que si
acaece en casa, o por las calles, ataparse
los albañares, esto se conoce luego en el estancarse la corriente de
ellos: y en abrir la madre, o canal en aquella parte se purga en la
hora, sacando la suciedad. La cual no es intolerable de hedor, como
suele en otras partes, ni infecta (inficiona) el aire, por cuanto no
está de mucho tiempo represada. Para que así como en un cuerpo
humano nace la dolencia de la dificultad que hay para expeler
(expellir)
sus excrementos, y como por el contrario sana con la fácil
evacuación dellos: por lo semejante se prueba, que la principal
salud de esta ciudad consiste en la limpieza y continua evacuación
de las inmundicias de ella.
Capítulo XVIII. Del estanque llamado Albufera que no es malsano,
antes causa muy gran provecho y recreación a los de la ciudad.
Mucho
menos hay que oponer por contraria a la salud de la ciudad la
vecindad del estanque, que llaman Albufera en arábigo, y significa
mar pequeño. La cual está a una legua de la ciudad, y tiene tres de
largo: por pretender algunos que por estar al mediodía, y retenidas
en él las aguas, fácilmente se corrompen con el grande calor de la
tierra, e infectan la ciudad. Lo que en ninguna manera se sigue, ni
puede corromperse, a causa de ser tan grande y espacioso, y entrar en
él algunas continuas acequias de agua, de la cual, y de la del cielo
viene a crecer tanto, que lo abren de cuando en cuando por la parte
donde está estancado y más propinquo al mar, y por allí se vacía
y purga toda su hez y corrupción. De donde se sigue que entrando
aquella agua en la mar al gusto de su dulzura suben infinitos peces
pequeños por la corriente arriba, y se meten por el estanque
adelante, los cuales creciendo, y no permitiéndoseles volver al mar,
es increíble la ganancia que dan a los pescadores, y provisión a la
ciudad, por ser tanta la abundancia de pesca que en él se queda.
Demás de la infinita diversidad de aves acuáticas (aquatiles)
que de invierno vienen de otros estanques a este, tanto que lo
cubren, y están tan asidas a él, que no hay levantarlas de una
parte del estanque, que no se asienten luego sobre la otra. Por donde
causan tan grande recreación y regocijo a los que navegan pescando y
cazando por él, que viene a ser este uno de los más regocijados
recreos y deleites de cuantos hay en la Europa: así por la seguridad
de la navegación, por no haber en él tormenta, como porque a causa
del poco hondo, que apenas llega a un estado de hombre, no puede
haber naufragio que no sea más ridículo que peligroso. Y también
por la variedad y singularidad de caza y pesca juntas, de que en él
se goza. Pues se ve entre los que andan con sus barquillos navegando,
los unos atender a pescar: los otros a levantar las aves espesas como
nubes a volar sobre ellos, y cada uno con su arco a derribarlas a
bodocazos,
los otros a seguir los jabalíes que a veces se ven pasar a nado, y
travesar el estanque de una dessa
en otra. De manera que todos juntos, y cada uno por si, gozan de las
tres cosas a la par alegrísimamente, y más que por remate de la
fiesta, se juntan todos en medio del estanque, aprestada la flota de
cuarenta, o cincuenta barcos, y con la buena mochila que cada uno
trae, hacen sus comidas tan espléndidas (esplandidas),
y con su música y danzas tan regocijadas, como se harían en medio
de la ciudad, según que se refiere en nuestros Comentarios de Sale,
donde se hace más cumplida descripción de este estanque.
Capítulo XIX. De la gran fertilidad de su vega y de la diversidad de
mieses, árboles y frutas, con la artificiosa compostura de sus
huertas.
Pues
habemos discurrido sobre la buena sanidad y temperamento que en el
sitio, cielo, aire, y aguas, de esta ciudad hallaron los
conquistadores tan cómodo para si, mostremos como mucho más por la
grande fertilidad y abundancia de su campaña y vega, se determinaron
a vivir en ella. Porque la hallaron tan varia y copiosa de frutos,
que pudieron muy bien compararla con la tierra de Egipto. Pues a
esta, como por tener el cielo siempre sereno, y el suelo fértil y
hecho a producir todo género de frutos, en salir el río Nilo de
madre con su limoso riego la hace abundar de toda variedad de mieses:
así en esta ciudad y vega cuyo cielo casi de ordinario es sereno, no
solo los comunes frutos de otras tierras, pero seiscientas maneras
dellos suele producir de suyo con la buena obra de Turia su río
fecundísimo. El cual no con excesiva creciente, ni con ordinario
salir de madre, como el Nilo, sino con la medida y artificiosa
derivación de sus aguas por acequias, que riegan los campos, y los
alegran y fertilizan no hay semilla, y ni injerto, ni frutal en el
mundo, que plantado y cultivado en el campo de Valencia, no tome y
fructifique cumplidamente. Demás que puede tanto la industria y
trabajo del labrador en bien cultivarle, que nunca lo deja estar
ocioso, ni carecer de fruto: pues se halla que un mismo campo produce
tres o cuatro mieses en un año. Qué diremos de su admirable cultura
en injertos de árboles? Qué de su lunar observación y orden en el
plantarlos? Dónde se vio de un mismo tronco salir cuatro diferentes
especies de un género de fruto? Qué se dirá de la infinidad de
viñas, cuyo licor en abundancia llega hasta dentro en las Indias?
Pues si admirable es la variedad de sus árboles, si la fruta de
ellos, rara y suavísima: también es la vista y composición de sus
huertas, y el artificioso concierto de ellas incomparable: por la
increíble copia que en ella hay de arrayanes, jazmines, naranjos,
limones, y cidras de infinitas maneras con que los sentidos del
olfato y vista tanto se apacientan y el gusto despierta.
Capítulo XX. Del asiento y descripción del Reyno, y de su grande
fertilidad, y como se divide en tres regiones, y de las Prelacias y
ditados que en él se contienen.
Hemos
(auemos)
ya dicho de la ciudad, y su campaña, queda lo que se ofrece declarar
del Reyno, así de su asiento y postura, como de su gran fertilidad y
cumplimientos de toda cosa. Del cual hallamos que está como en
figura cuadrangular, extendido sobre la ribera del mar mediterráneo
Baleárico, hacia el Oriente y mediodía, y que siguiendo la costa
del mar, por el cual está el Reyno atajado, su longitud es sesenta
leguas, y su latitud desigual cuando mucho es XVI leguas, y cuando
menos ix. Tiene su elevación de polo en treinta y ocho grados, y
según afirman los Astrólogos está sujeto al signo de Escorpión
con los de Venus y Marte: como poco antes en la descripción de la
ciudad se ha notado. Los Reynos que lo encierran, y cercan de mar a
mar, son el de Murcia por la parte de mediodía, el de Castilla, por
el poniente, el de Aragón por Septentrión, y el de Cataluña, que
cierra el otro cabo del mar, entre septentrión y Oriente. Es todo él
hacia lo mediterráneo muy lleno de montes, y sus llanuras son hacia
la marina, que como medias lunas se extienden espaciosamente, y las
llaman planas. A estas cercan los montes, cuyos cabos entre plana y
plana van a dar a la mar, y se riegan por sus ríos y fuentes que
pasan por medio de ellas: como es la plana de Burriana, que hoy
llaman de Castellón, por ser esta la mayor y más principal villa de
ella, que la riega el río Mijares: a la plana de Murviedro el río
Palancia: la de Valencia el río Guadalaviar: la de Alzira el río
Chucar: la de Gandía y Oliva sus propios ríos: la de Denia y Xabea
sus fuentes y añoríos:
y lo mismo lo de Villajoyosa y Alicante. Finalmente la de Elche y sus
circunvecinas, y entre todas la de Orihuela que riega el río Segura:
demás de la mediterránea y fertilísima huerta de Xatiua con sus
dos ríos, y algunos otros grandes valles que van a dar en el mar
como la de Bayrén (Bayré)
que es de Gandía (Gádia),
y la de Valdina y otras: de las cuales adelante hablaremos. Sin estas
hay otra mayor que llaman de Quart, que confina con la vega de la
ciudad, la cual si se regase (que bien podría) sería para mayor
abundancia de pan y ceuadas
que todas las otras juntas: las cuales por ser marítimas y de
regadío, son de las más fértiles y frutíferas
del mundo. Porque su fertilidad no solo consiste en la abundancia,
pero en la mucha variedad y diversidad de frutos, y sobre todo en la
excelencia de cada uno de ellos. Fuera de estas llanuras marítimas,
todo lo demás del Reyno son montes y valles en muchas partes ásperos
y fragosos, pero tan llenos de grandes y pequeñas fuentes, que por
ellas son los valles muy fértiles y abundosos de todo género de
mieses y frutales, aunque no tanto como lo marítimo, por no gozar,
así bien del aire y comercio de la mar, como del suelo tan húmedo.
Con todo eso son los montes muy fértiles para panes y pastos de
ganados, junto con la templanza del invierno, pues por esto, y nunca
faltar el pasto, son la estremadura
de Aragón para ganados. De donde viene a ser este el más habitado y
poblado reyno de España, pues vemos en él fundadas cinco ciudades,
y sesenta villas, y al pie de mil lugares, y que contiene dentro de
si un Arzobispado, de Valencia y dos Obispados, Segorbe y Orihuela,
con la mitad del de Tortosa: con catorce ditados
y estados de señores, que son tres Ducados, Segorbe, Gandía y
Villahermosa: cinco Condados, Cocentayna, Oliua, Almenara, Albayda, y
Elda: cinco Marquesados, Denia, Elge, Lombay, Guadalest, y Nauarres:
y un Vizcondado, Chelua, todos ricamente dotados. Demás de las dos
supremas dignidades de Almirante de Aragón y de Maestre de Montesa
con sus encomiendas, y en fin se hallan en él hasta ochenta mil
casas de Cristianos viejos, y veinte y dos mil de Moriscos: estos por
la mayor parte están esparcidos por los montes y valles del Reyno, a
causa de que al tiempo de la conquista como fuesen echados de las
ciudades y villas muchos de ellos se fueron a habitar por los montes
ásperos, y valles solitarios, y doquiera que hallaban fuentes, o
ríos allí hacían sus chozas y asiento: y los señores en cuyo
término, o territorio paraban, ayudándoles a poblar y hacer casas,
se los avasallaban, y así quedaron muchos valles y hoyas, que dicen,
pobladas de ellos por todo el Reyno. Los cuales dándose a la
agricultura, carbonería, y esparto, con otras granjerías del monte,
llegaron a proveer la ciudad, como hoy en día, de muchas cosas, y a
enriquecer sus señores. Porque de viles y miserables que son
trabajan, y no comen, ni visten, por vender y hacer dinero. Puesto
que los que quedaron en las llanuras, con las granjerías más ricas
del azúcar y otras cosas, pasan la vida con más policía que los
montañeses. Está pues el Reyno dividido en tres regiones (como
brevemente ya antes se ha señalado) la primera que toma desde la
raya de Cataluña hasta el río Mijares, que dijeron de los
Ilergaones, y la habitan los Morellanos, y los que llaman del
maestrado de Montesa, es tierra por la mayor parte montañosa y
áspera, pero muy abundante de seda, de aceite, y de mucho y muy
excelente vino, de pan no tanto, pero con los buenos pastos para
ganados, y el lanificio, con la oportunidad del mar y pescados,
tienen los moradores buen pasamiento en ella. La segunda región que
toma desde el río Mijares hasta el río Xucar, es la Edetania
marítima, y contiene en si las planas de Castellón, de Murviedro, y
de la ciudad, hasta la plana de Sueca (çueca)
y Cullera, con todo lo que hacia Aragón y Castilla comprende el
Ducado y ciudad de Segorbe con su Obispado, con las villas de Xerica
y Chelua, que todo es parte de la Edetania. La cual es tierra fértil,
y aunque fragosa, pero con la oportunidad de los ríos y regadío,
son los valles de ella muy fructíferos, y de los bien cultivados del
Reyno: y que en todo género de mieses tienen su medianía. La
tercera región que es la Contestania se extiende desde Xucar hasta
Biar y Orihuela, frontera del Reyno de Murcia, contiene en si las
tres ciudades, Xatiua cabeza desta región, Alicante, y Orihuela, con
muchas villas grandes, y muy poblados lugares, los cuales pasada
Xatiua, todos son montañas, tan abundantes de mucho y muy buen
trigo, vino, aceite, sedas, ganados mayores y menores, de lanas y
obra de peraylia,
y de la yerba sosa borda, o barilla
tan necesaria para hacer el vidro,
y hay campos de ella: que en fin se tiene por la más rica y
provechosa partida del Reyno.
Capítulo XXI. De los grandes provechos y comodidades que la ciudad y
Reyno tienen por la vecindad del mar, y de lo que se opone a esto y
se responde.
Por
la gran distancia y longitud que el Reyno tiene desde la raya de
Cataluña hasta la del Reyno de Murcia siguiendo la costa del mar se
ve que mucha más vecindad tiene con la mar que con cualquier de los
otros cuatro Reynos que le cercan por tierra, y que así por esto,
como por ser mayores las ocasiones y provechos que de aquí se
ofrecen al Reyno, se enriquece más por la mar, que por el comercio
de la tierra. Y no solo por la riquísima ganancia de la pesca, pues
demás de serle continua, y que arma sus almadrabas para pescar los
atunes y otros pescados de paso: y también se vale mucho del
ganancioso uso de la navegación, mediante el cual, las provisiones y
mercadurías de otras partes le entran con gran abundancia, y las del
Reyno se sacan con mucha ganancia. Puesto que contra esto oponen
algunos, que le vale poco el mar a la ciudad, pues no solo carece de
puerto, pero tiene (como en el precedente libro dijimos) la más
peligrosa playa del mundo: y porque no goza como otras ciudades, que
están a la lengua del agua, de la continua vista y alegre
contemplación del mar, del cual está media legua apartada, y así
se privan los ciudadanos del regocijo y contentamiento que da el ver
aportar naves y galeras, y desembarcar nuevas gentes, y mercadurías
de todas partes, y del continuo refresco y viento de mar, con otros
muchos provechos y comodidades que trae el vivir junto a él. Mas
todo esto, a la verdad bien mirado, no es de tanta consideración:
que por eso pierdan su lustre y valor las ciudades mediterráneas, y
que no valgan otras, ni sean tenidas por marítimas las que ven y
descubren el mar, aunque de lejos, sino las que se dejan lavar y
combatir de sus olas: siendo así que la distancia con retención de
la vista del mar, sucede en mayor reposo y tranquilidad y aun
utilidad de las tales ciudades. Porque si bien lo consideramos, que
provecho ni utilidad se saca del continuo mirar el mar, y contemplar
el inquieto movimiento de sus inconstantes olas, que jamás están
quedas, sino que, conforme a su movimiento, o hacen vacilar los ojos,
y al ánimo que los sigue, o no dejan considerar con atención las
cosas: antes parece que embotan el ingenio, y que los hombres de
tanto mirarlas dan en tontos: por lo que vemos que ningún género de
gentes son de menos discurso, ni más rudos que los pescadores, que
nunca parten los ojos del agua. Por esta y otras razones, el gran
historiador T. Livio, describiendo el asiento de la ciudad de Roma,
pone por muy grande utilidad la distancia que de ella a la mar hay de
doce millas: y ni porque su puerto de Ostia es pequeño, y no
frecuentado de grandes naves, ni porque su playa Romana sea muy
peligrosa de navegar, disminuye en nada las alabanzas de Roma. Porque
no hay duda, sino que la ciudad marítima que carece de puerto, está
menos sujeta a la repentina venida de armadas de enemigos. Por donde
como no es notable falta de la ciudad carecer de puerto, así es
mucho más útil que en el Reyno haya pocos puertos, y aquellos bien
fortificados, pues para lo que toca a la guardia de los corsarios
Moros de África, que solían muy de ordinario robar toda la costa
del con sus repentinos asaltos, y gente infinita que cautivaban, se
ha hallado en nuestros tiempos, por la felice memoria de Carlos V
Emperador y gran Rey de España, y con la industria de Don Bernardino
de Cardenes Duque de Maqueda Visorey que entonces era de Valencia, el
más sano remedio que hallarse podía: como si de nuevo cercaran toda
la costa de muy alto y fortísimo muro. Esto se hizo levantando por
todas las sesenta leguas que hay de un cabo de la costa al otro,
hasta veinte y cinco torres muy altas y bien fortificadas,
comprendidas las que ya los pueblos grandes marítimos tenían
hechas, las cuales a dos leguas de distancia se van de una en otra
descubriendo, con dos hombres de guarda y uno de a caballo que están
en cada una dellas: para que cada prima noche con fuegos se hagan del
un cabo al otro señales de paz, o de enemigos que andan por la mar,
señalando el número de los bajeles, o fustas descubiertas, para que
en espacio de un hora quede avisada toda la costa, y estén los
lugares marítimos y las compañías de caballos ligeros que hay de
guarda en orden, así acaece que en ver los corsarios que son
descubiertos, o se van, o si se echan en tierra, luego saltan las
guardas de caballo a dar aviso a los pueblos, los cuales salen y
cogen los moros con la presa hecha. Este remedio ha succedido
tan prósperamente, que de muchas personas que solían los corsarios
cautivar cada año, y con el rescate dellos destruir el Reyno, pasan
diez años que apenas pueden hacer un asalto sin gran riesgo suyo:
porque mayor alarma no se les puede dar, que descubrir los de las
torres. Finalmente tiene el reyno repartidas por territorios y
pueblos sus particulares abundancias, y fertilidades de frutos, con
los cuales no solo sustenta a si, y a la ciudad, y Reynos comarcanos:
pero aun a los de allende el mar provee. Pues hallamos en el mismo
Reyno tierras que abundan de panes, y pastos para ganados: otras de
vinos y algarrobas, otras de aceite y miel: otras de azúcar y arroz:
otras de cabrío, carbón, y leña: de esparto las más: de seda, y
su gran trato todas sin sacar ninguna.
Capítulo XXII. De la objeción (obiection) y nota que algunos ponen al Reyno por la falta de pan y carnes, a lo cual se responde y satisface.
Queda
satisfacer a los que a boca llena burlan de quien alaba este reyno
por abundoso en todas cosas, padeciendo tan grande falta de pan y
carnes, que sea necesario en cada un año hacer provisión de ello, y
traerle de reynos extraños: mostrando que ni para si, ni para la
ciudad tiene de estas dos tan importantes vituallas, lo que ha
menester para su mantenimiento. Pero yerran no poco los que
livianamente juzgan de las cosas, sin mejor considerarlas: siendo así
que está en mano del Reyno mostrar como puede abundar de todo, si
bien, lo que hace por su parte, se escuchare. Porque entre otras
cosas, si la mucha variedad y copia de árboles como frutales y
morales: si el increíble viñedo, y las mieses de azúcar y arroz,
con otros delicados frutos que ocupan sus campos y heredades, se
convirtiesen en sementeros de pan y pastos de ganados: si la
innumerable gente que por el Reyno hay, señaladamente en la ciudad,
que le sobra para poblar tres otras como ella, fuese menos: si tantos
extranjeros como a ella vienen con su grande trato no la
encareciesen: no hay duda, sino que los atroxes
y carnecerias
de ella abundarían todo el año de su propio pan y carnes para los
naturales. Pero si fue miserable cosa ver al Rey Midas, con sobrarle
mucho oro perecer de hambre (según la fábula) no sería de mayor
cortedad y miseria del Reyno de Valencia (teniendo en esto de do
valerse) ocuparlo con sola la crianza de pan y carnes, y con esto
privarle de la varia, rara, y admirable producción de tantos otros,
y tan excelentes frutos? Porque dado que la falta de pan es el nudo
(ñudo) que más ata y enreda la Repub. es tanta y tan solícita la
diligencia, que los padres y Regidores de ella suelen poner en el
proveerse del a su tiempo, y prevenir a esta necesidad: que en los
mayores y más estrechos tiempos de hambre, cuando más universal ha
sido por toda España, Valencia por su prevención ha tenido hartura.
Demás que de sus vecinos y comarcanos Reynos de Castilla, que son
abundantísimos de pan, y no pueden pasar sin valerse para muchas
cosas de Valencia, es tan ordinaria y cotidiana la provisión y
acarreo del, que se puede la destos comarcanos reputar por propia y
doméstica mies del Reyno: y como sementera que no ha de faltar,
contarla entre las harturas de Valencia. Lo mismo se puede decir de
las carnes, ser tan abundante la crianza dellas en sus vecinos Reynos
de Aragón y de Castilla, que por sobrarles, es necesario, siendo tan
cierta la expedición y ganancia, traerlas a la carnicería de
Valencia. De donde se echa de ver la sobrada razón que los
conquistadores tuvieron para dejar sus propias tierras por habitar
esta, y lo mucho que por sus descendientes hicieron en heredarlos en
tan abastada ciudad y Reyno, donde gozasen de tan saludable aire, de
tan deleitoso cielo y fértil suelo.
Capítulo XXIII. De la comparación que de Cataluña y Aragón se
hace con Valencia.
Los
mismos que hasta aquí daban contra la ciudad, no pudiendo en ella
hacer mella, las quieren haber contra sus naturales y ciudadanos,
notándolos de inútiles y livianos, por cuanto de verse que gozan de
tierra tan fértil, abundante, y regalada, tienen tanta cuenta con lo
presente, y en holgarse, que por eso ni les fatiga la memoria de las
cosas pasadas, ni el cuidado de lo por venir les apremia, ni se
aprovechan de la constancia y templanza de sus Reynos comarcanos de
Aragón y Cataluña, para tener más cuenta con la honra y hacienda,
que no con el buen tiempo y holganza cual los desta ciudad tienen. Y
así dan mucho que maravillar de si, porque siendo estos dos Reynos
tan conjuntos y circunvecinos a Valencia, son en el vivir, y en el
pretender, los unos de los otros diferentísimos. A lo cual se
responde, que la diferencia que entre si tienen los tres Reynos es
natural e innata a cada uno de ellos, o por alguna influencia y
constelación del cielo, o por el asiento y propio agro de la tierra,
o que por la competencia y guerras que antiguamente hubo entre ellos,
se diferenciaron en el modo de vivir y costumbres. Y así parece que
la diferencia de entre ellos nació de los tres tiempos, pasado,
presente y por venir. Pues se ve que los del Reyno de Aragón, porque
siempre se glorian de los hechos de sus antepasados, y a respecto de
ellos desprecian los presentes, ni tienen tanto cuidado de lo por
venir, sino que con gran constancia y valor defienden sus fueros y
antiguas leyes, como testigos de su antiguo valor y libertades: es de
ellos el tiempo pasado. A los Catalanes, o por la esterilidad de la
tierra que en muchas partes es mal cultivada y delgada, o porque
naturalmente son hechos a la templanza y provecho, y de lo por venir
tan solícitos que apenas gozan de lo presente: les cupo el tiempo
venidero. Mas los Valencianos, a quien por la fertilidad y abundancia
de la tierra, les es casi presente toda cosa, y que más cuenta hacen
de su propia virtud y hazañas, que de las de sus antepasados: ni
tampoco temen les ha de faltar la gracia de Dios en lo por venir, y
por eso gozan de lo presente, es este su propio tiempo. De donde les
viene muchas veces el ser largos y también pródigos. Como se ve,
que para los pobres de Cristo, y para el mantenimiento de su religión
y religiosos, mayormente para la amplificación de sus Templos y
culto divino, son manifiestamente liberales. Porque lo dan de buena
gana y se alegran del bien que hacen. De aquí viene que los mismos
tres Reynos, en la misma forma que los tres tiempos, también se
reparten entre si los tres bienes, de que viven, y suelen honrarse y
gozar los hombres: que son el honesto, el útil, y el deleitable,
pues así como por las mismas causas y razones que arriba acomodamos
los tiempos a los Reynos, lo honesto recae en Aragoneses, y lo útil
en Catalanes: así en los Valencianos, que saben usar de todo, cabe
lo deleitable, y se compadece (como dice Salomón) junto con el buen
vivir, el alegrarse.
Capítulo XXIV. De los ingenios Valencianos y como por la comparación
del azogue se descubre la grande excelencia y fineza dellos.
Concluyen
su porfiada querella contra los Valencianos los que en los dos
precedentes capítulos vanamente dieron contra la ciudad, y arguyendo
de livianos a sus ciudadanos, disparan su mal concertada machina
contra los delicados y raros ingenios dellos: de los cuales, aunque
confiesan que son singulares, y de muy excelente discurso, como por
otra parte sean inquietos, y demasiado agudos, dicen que despuntan en
variables, y que de ahí vienen a ser los sujetos inconstantes, y
poco firmes en sus dichos y hechos. Lo que si cae en hombres de
gobierno, les parece que puede resultar en gran daño de la Repub.
siendo la fundamental virtud de ella la constancia. Declaran más su
intención, para probar la poca firmeza, y menos tomo de estos
ingenios, con la comparación y semejanza que de ellos hacen con el
azogue, o argento vivo, que los Philosophos naturales llaman
Mercurio, a causa que con su inconstancia e inquietud burla a los que
le tratan, mayormente si entienden en detenerlo, o como dicen,
aquedarlo.
Y esto, por lo que de él juzgan los Alchimistas, que no solo es muy
necesario para juntar y colligar
los otros metales entre si: pero aun afirman, que de si es pura y
fina plata, y que pasaría por tal, si no se huyese, o si aquedase:
según que muchos dellos han trabajado infinito por aquedarlo, pero
no a todos ha succedido
bien su trabajo. Viniendo pues a cuadrar la comparación, parece
cierto que con ella más presto se alaba por todas vías, y que por
ninguna se vitupera la calidad destos ingenios. Por cuanto se muestra
claramente por ella, como a manera del azogue ha de ser el buen
ingenio humano, veloz, pronto, y fácil: porque con esto es más
apto, y se dobla más para aprender y collegir
todas las ciencias y artes, y para mejor discurrir por todas ellas.
Pues así como al azogue les es propia la mudanza, e inquietud, y ni
por eso pierde su propia naturaleza de plata fina: por lo semejante,
como haya sido tenido siempre en menos el ingenio tardo y perezoso,
que el acelerado y pronto: le tienen tal los Valencianos, que se
aventaja al de todos. Porque debajo de aquella celeridad se muestra,
que los tales ingenios andan, discurren, y traspasan el inmenso e
infinito piélago de la raciocinació,
y discurso humano: y que no hay alteza, ni profundidad, ni latitud de
polo a polo, que no la penetren y transciendan. Mas aunque se así
(como lo vemos) que los tales ingenios dan en precipitadas, y
peligrosas deliberaciones, y que hacen varios e inconstantes sus
dichos y hechos a los deliberantes: todavía, como los Alchimistas,
en poco, o en mucho, han hallado el modo y arte para que no se vaya
el azogue, mas que se pueda gozar por plata fina: así no ha faltado
a los Valencianos su arte y manera para moderar y asentar su
movilidad y demasiada agudeza de ingenios. Porque han hallado una y
muchas formas y vías por do guiarlos, de manera que den en honestas,
iguales, y constantes deliberaciones, a las cuales, por los medios de
la buena institución, mostraremos como los ciudadanos desde su
tierna edad van muy bien encaminados.
Capítulo XXV. De los medios y remedios que Valencia tiene para
reducir los ingenios de sus naturales a constantes, discurriendo por
todos los estados.
Ordinaria
cosa es en las ciudades siempre que se ven algunos mozuelos hacer
insolencias y malas crianzas, dar la culpa a sus madres, porque de
haberlos criado regaladamente y no castigado quedaron tales. Pero no
hay porque en todo condenarlas, si consideramos cuan mezclado anda
con lo irracional el amor natural de las madres para con sus hijos: y
aun mucho más las excusaremos, si mostraremos como en la crianza
dellos, aunque son ellas las que ministran, el sobrestante de esta
obra y la que en ella manda, es naturaleza: por lo que para su
intención y fin cumple, que este humano y corporal edificio se
levante muy firme y recio, y como los cimientos no suelen ser
labrados, ni pulidos, sino de piedra dura, y de argamasa fuerte: así
a las madres se les permite en la crianza de sus hijuelos tiernos,
ser muy piadosas con ellos, y hacerles grandes regalos, antes que
rigurosamente castigarlos, ni darles golpes. Pues demás que por
entonces el niño tierno, no es capaz de disciplina, ni se acuerda,
que por que lloró le dieron: también dándoles, se espantan, y se
perturba en alguna manera lo que naturaleza obra en los tales, que
solo está intenta en adormecerlos, y proveerles de regalados
alimentos, y en hacer buenas paredes de carne, y firmes cimientos de
huesos, a fin de que por la ternura del edificio, no entre en él
mazo, ni escoplo de disciplina, antes de los cinco años: sino que
suave y rudamente pase adelante, solo que crezca y embarnezca el
sujeto, para que el alma su moradora, pueda labrarle con las
disciplinas a su modo, y con más seguridad pulirle dentro y defuera.
De donde se ve en Valencia, que los ingenios que con la buena leche y
regalos crecen, vienen comúnmente a ser más delicados y sutiles, y
con esto tanto más vivos y dóciles para ser instruidos en todo
género de artes y disciplinas, y mucho más en la Cristiana: porque
esta con la leche comienzan a percibirla. Con este primer fundamento
de crianza, los unos se dan a las siete artes liberales, los otros a
las siete mil mecánicas, y como para estas tenga la ciudad tantos y
tan excelentes maestros, y delicados oficiales, que las enseñan, y
aprovechan a cada uno en su arte: por esta vía se halla que los
ingenios destos, que por ventura no hallándose con alguna arte, de
vivos se perdieran, se sosieguen y perseveren en lo bueno. Lo mismo
se procura y provee, aunque por más excelentes medios, para los que
siguen las liberales, pues para todo género de ciencias, tiene la
ciudad dentro de si fundada una de las más insignes y famosas
Universidades de España, la cual como en lenguas, y las demás artes
(fuera de Cánones y leyes) iguala con todas, así en la sana
exposición de la santa escriptura
no debe nada a las demás: ayudándose de la frecuencia y concurso de
diversos Collegios,
y conventos de todas órdenes y religiones, que con igual lección y
doctrina sólida magnifican la facultad Theologica. Los cuales con su
predicación, y ejemplar vida, a gloria de Dios fructifican y
cultivan estos liberales ingenios de los ciudadanos de manera, que
vienen a asentarse y apoyarse en lo bueno, y de volátiles como el
azogue, con tan buenos medios y remedios paran en constantes como
plata fina. Señaladamente los ciudadanos del regimiento a quien toca
el gobierno de la República: cuyos ingenios cultivados con la buena
institución, y mediano ejercicio de letras, junto con el buen
ejemplo de sus padres conscriptos
que la rigieron, vienen a ser muy asentados, y a ponerse con debido
celo y deseo de acertar en el regimiento de ella. Los cuales no
porque no hayan visto, ni tratado en otras Repub. se han de tener por
faltos de experiencia: pues solo el haber nacido y vivido en esta
ciudad, y haber leído los estatutos y ordinaciones
de ella, junto con tener ojo a los ejemplares pasados cerca de su
gobierno, les basta para quedar muy curtidos y experimentados en toda
cosa de su oficio público. Demás que no han de ser tenidos por
varios, y mudables de ingenios, por ser así, que muchas veces son
varios y mudables en los pareceres, y recios en el contradecirse unos
a otros: que lo permite esto el Ángel bueno de la Repub. para que
más se avive el buen zelo
de cada uno en mayor beneficio de ella: asin
que como en el parto del hijo suelen preceder mayores dolores: así
de mayores oposiciones y contradicciones nazcan más perfectas de
liberaciones y decretos. Pues ni esto les viene por falta de celo, ni
por ser rústicos y pertinaces, sino por ser de blandos y bien
acomodados ingenios, para variar a la postre, si menester fuere, y
como sabios mudar de parecer, siempre de bueno en mejor. Porque tales
ingenios, aunque fáciles y agudos, como sean blandos y suaves, son
más aptos para el buen gobierno, que no los tardos y tercos, que de
muy casados con su parecer vienen a concebir y parir efectos
monstruosos. Y así se ve, que el gobierno de esta ciudad es de los
más admirables y bien trazados del mundo. Pues ni podría ser en
ella el vivir tan suave, ni el pasamiento tan alegre y de contento,
sino se gozase de toda la abundancia que humanamente se desea: la
cual totalmente nace, y es manifiesto fruto del buen gobierno y
administración de ella. Todo lo cual se debe a este buen Rey que dio
el principio y medios para que en esta ciudad siempre fuese bien
gobernada. Como aquel que participando de la constancia Aragonesa, y
de la templanza Catalana, se perfeccionó con la afabilidad y
liberalidad Valenciana, y alcanzó título y renombre de
constantísimo, prudentísimo, y liberalísimo.
Fin
del libro duodécimo.